Sus principios simples y el nivel de técnica que se puede lograr lo convierten en uno de los juegos más jugados y despiadados. El dominó se juega con 28 fichas rectangulares, divididas en dos espacios cuadrados con varios enfoques que van de nada (blanco) a 6.
Los mosaicos cubren todos los conjuntos potenciales de estos números: cada uno de los 7 números (en algún lugar en el rango de nada y seis) aparece en 7 mosaicos únicos, consolidándose con cada uno de los 7 números. Los tokens que tienen un número similar en los dos espacios se llaman copias. Cada ficha tiene un valor equivalente a la cantidad de lugares en sus dos espacios.
Giro de los acontecimientos del juego
En cada mano, el juego vuelve de la siguiente manera:
Después de ponerlos boca abajo y reorganizarlos, cada jugador elige sus fichas. Cada jugador utiliza en su mayor parte 7 fichas, a pesar de que cambia según lo indicado por el tipo de dominó.
El jugador que abre la mano pone una ficha en el punto focal de la mesa, desde la cual se enmarcará una cadena.
Cada jugador en su turno coloca una de sus piezas hacia un lado de la cadena, coordinando el número al final de la cadena con el número de su pieza.
Las fichas dobles se colocan frente al resto de las fichas.
El jugador que no pueda poner ninguna de sus piezas debe pasar.
Cada mano puede terminar en una de dos circunstancias:
Uno de los jugadores pone cada una de sus fichas.
Por conclusión o bloqueo: la cadena tiene un número similar en los dos cierres, y es absurdo esperar que se expanda debido a que los 7 tokens que incorporan ese número se han establecido efectivamente.
Quien gane la mano se lleva la cantidad de marcas de las fichas que ha puesto ese pobre.
El juego se cierra cuando el vencedor llega a la puntuación del objetivo.